¿Fin de ciclo? Parte 4/4

Pasaron los años entre laboratorio, clases y libros. La idea de extender su doctorado hacia cotas internacionales ya formaba parte del pasado. Víctor no era de lamentarse en exceso por las oportunidades que pudieron ser, pero no fueron. Aunque no olvida.

Llevaba ya un tiempo barruntando que, lo que en un principio era prometedor e ilusionante, había pasado a ser un futuro más que incierto. Estaba terminando su doctorado, tan sólo quedaban escasos 6 meses y no contaba con ninguna certeza a nivel profesional.

Alguna que otra vaga promesa verbal de cierto miembro del departamento era todo lo que llevaba en la mochila. Y ahora, ¿qué?

Universidad, inicio y final

Quienes le conocen, saben lo que significa para él su Universidad. Más allá de ser el lugar donde evolucionó como persona y profesional, Víctor siempre tuvo fe en el espíritu crítico de este organismo y siempre confío en poder desarrollar toda la inquietud investigadora allí.

Puede ser que ello le provocase ese aislamiento hacia el mundo exterior, hacia la empresa privada. Realmente conocía muy poco sobre qué se cocía ahí fuera. Nunca había hecho una entrevista de trabajo, no sabía por dónde andaban los salarios de media en el sector. Pero, es más, ¿cuál es mi sector? Se sentía como un león que ha crecido siempre en cautividad y, de la noche a la mañana, le sueltan en la Sabana con la obligación de cazar la primera gacela que se le cruzase.

Para ello, recurrió a la fuente más común y fiable que puede tener una persona: su entorno más cercano. Tenía amigos y familiares que trabajaban en empresa privada, por lo que tuvo una ronda de cervezas y cafés periódicos con cada uno de ellos.

Todo esto le sirvió para recibir pinceladas sobre cómo respiraba una empresa, pero realmente le sabían a poco. La mayoría eran personas alejadas del sector científico, por lo que le comentaban no tenía una aplicación 100% fiable para lo que Víctor necesitaba.

¿Qué podía hacer?

Para correr, hay que empezar a andar

Con el paso de las semanas fue investigando más sobre todo este nuevo mundo. Tanto fue así que pudo elaborar su primer CV y aplicar a las ofertas que, a priori, consideraba más interesantes.

Sabía que tenía que darse un tiempo prudencial, no iba a aplicar y empezar a sonar su teléfono de forma mágica. Esa espera resultaba ser una hilera de gotas de agua cayendo sobre piedra erosionable, creando poco a poco un pozo de inseguridad ante la inexistencia de cualquier tipo de interés por parte de empresas.

Pero no hay camino infinito. La primera llamada llegó. Un laboratorio farmacéutico se había interesado por Víctor, algo que le supuso una inyección de moral incalculable. Fue todo tan esperanzador, como fugaz. La conversación no llegó a los dos minutos. Sintió la frialdad del reclutador al otro lado del teléfono. Por muy optimista que fuese, en lo más profundo de su interior sabía que estaba descartado. Y vuelta a empezar.

La desilusión le ganaba partido a un Víctor que ya no sabía qué hacer para pasar de ronda, para acceder a una entrevista cara a cara que le permitiera sacar lo mejor de sí mismo más allá de una escueta línea telefónica.

¿Acaso no me sirve un doctorado para tener un trabajo digno?

Reflexión BIOVITAE

Desde Bioemprender y Talent Vitae queremos conseguir lo que, para muchos, es imposible: reconciliar al agua y al aceite.

Sí, así se ven el doctorado y la empresa privada por muchos científicos y agentes externos de la sociedad. Nuestro amigo Víctor no es la única persona que ignora el enorme potencial que puede tener un doctorado en el entorno privado.

Evidentemente, no somos ajenos a la carrera de obstáculos que supone encontrar un empleo estable y digno en la actualidad en este sector, pero creemos firmemente en una mayor actitud proactiva por parte de los doctorandos antes de que llegue el momento de enfrentarse a la cruda realidad.

No podemos vivir aislados bajo el cómodo paraguas que supone la Universidad. El mercado laboral es una final de 100 metros lisos de los JJOO: entrenas durante 4 años para competir durante 10 segundos.

Debemos trabajar nuestra empleabilidad durante muchos años para superar esa primera valla: la llamada preliminar.

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