En noviembre de 1922, un mes después de su descubrimiento en el Valle de los Reyes de Luxor (Egipto) y en presencia de los mecenas de la excavación, se abrió el sarcófago de Tutankamón, el último faraón de la dinastía XVIII.
Poco tiempo después tuvieron lugar una serie de muertes de personas involucradas en la profanación de la tumba, lo que alentó las teorías más supersticiosas; pues, supuestamente, la momia del faraón se encontraba protegida por una maldición: “la muerte extenderá sus alas sobre todo aquel que se atreva a entrar en la tumba sellada del faraón”. Así lo afirmaba la novelista Marie Corelli, a quien muchos convirtieron en profeta.
Algunas de las muertes son la del aristócrata Lord Carnarvon, quien financió el proyecto, y su hermano; también Archibald Douglas Reid, quien radiografió la momia; y Arthur Mace, el arqueólogo que abrió la cámara. No fueron los únicos, pero quizás sí los personajes más relevantes sobre los que se posó la condena.
La ciencia ha realizado estudios a posteriori para ofrecer una posible explicación de los hechos. Y, una vez más, se ha sobrepuesto a las supersticiones y fanatismos de este tipo.

¿Qué hacía este hongo en la cámara funeraria de Tutankamón? Las condiciones de humedad y temperatura son idóneas para albergar al microorganismo, pero ¿cómo vino a parar aquí? No es necesario ser un experto en egiptología para saber que, entre las costumbres de esta civilización, sepultar a sus reyes con sus riquezas era fundamental. Así que el descubrimiento no fue únicamente del sarcófago, sino de miles de tesoros junto con él. Se sostiene que también los cereales formaban parte de estas colecciones. Y ya conoces el final.
Como ya sabemos (ver post anterior), Aspergillus puede encontrarse en cualquier parte, sobre todo en tu almohada; pero ¿qué tipo de problemas causa?
Las manifestaciones clínicas pueden ser muy diversas: onicomicosis, alteraciones en las uñas; otomicosis, en los oídos; sinusitis; aspergilosis pulmonares invasivas o necrosantes crónicas, entre otras.
Lo más probable es que en la apertura de la tumba de Tutankamón, aquellos que murieron hubieran inhalado sus esporas (y no dispusieran de una buena salud). Por lo que la maldición que se cernía sobre ellos era, en realidad, un microorganismo longevo y oportunista, que suele aprovecharse de individuos con mecanismos de defensa comprometidos.
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P.D.: Ah, y no vuelvas a quejarte de por qué las almohadas del hospital son como de plástico, si quieres una cómoda y llena de hongos ya tienes la tuya.
Referencias:
Woodcock AA, Steel N, Moore CB, Howard SJ, Custovic A, Denning DW. Fungal contamination of bedding. Allergy. 2006;61(1):140-142. doi:10.1111/j.1398-9995.2005.00941.x
Raúl Rivas. La maldición de Tutankamón y otras historias de la microbiología. Gaudalmazán, Córdoba, 2019.
Hanna M.Szczepanowska, A.Ralph Cavaliere. Tutankhamun Tomb: A Closer Look at Biodeterioration – Preliminary Report. 2004.
Sandle, Tim. Pharaohs and Mummies: Diseases of Ancient Egypt and Modern Approaches. 2013.
Cox AM. The death of Lord Carnarvon. Lancet 2003; 361: 1994.