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A qué se debe el olor a césped recién cortado

Imagina dos ejércitos.

Imagínalos, si quieres, sobre un tablero de ajedrez.

Observa la batalla.

El blanco plantea una amenaza a una de las piezas más importantes del negro.

Pero es el turno del negro. Y lo tiene claro: en otra parte del tablero, iguala el valor de la amenaza del blanco.

Porque sabe que atacar es, en muchos casos, la mejor forma de defenderse.

¡Oh, benditos proverbios!

Así pues, en cualquier entorno, los animales (entre los que nos incluyo a ti y a mí) nos vemos acechados por innumerables peligros. Y, de muchos, nos defendemos con un buen contraataque.

Sirva como ejemplo el mosquito al que revientas en la pared de tu habitación después de una noche insoportable de picor.

Pues bien, las plantas no iban a ser menos; pero, como la mayoría de ellas no tienen manos ni son móviles, han de recurrir a otras estrategias posiblemente mucho más interesantes que las nuestras.

Como ya sabes, estos maravillosos y explotados seres son capaces de producir miles de sustancias distintas. Estas dan lugar a diferentes tipos de respuesta.

Entre otras cosas, hoy te explico qué relación tiene el olor a césped recién cortado con los mecanismos de defensa de esta planta.


Las plantas también se avisan del peligro

Determinados aldehídos y alcoholes son los compuestos responsables de este olor tan característico.

Estos compuestos se volatilizan cuando la planta sufre un corte, una herida. Y pueden tener distintas funciones según qué planta: combatir posibles infecciones, servir de insecticida, ahuyentar al atacante, atraer a depredadores de ese atacante…

Además, otras plantas cercanas son capaces de detectar lo que le está ocurriendo a su vecina. De esta manera, aprovechan para poner en marcha sus defensas y transportar azúcares y otros recursos hacia sus raíces, lo que minimiza las potenciales pérdidas que puedan sufrir ante un posible ataque.

O sea que sí, lo que ocurre cuando se corta el césped es que se produce una herida en las hojas similar a la que haría un herbívoro o un insecto. Por tanto, el césped desprende estos compuestos avisando del daño.

Si atendemos a otras plantas y olores, podemos encontrar mecanismos semejantes. El ajo y la cebolla son claros ejemplos de vegetales con este tipo de compuestos defensivos.

Sin embargo, hay muchas muchas muchas especies cultivables que carecen de mecanismos de defensa. Pero ¿por qué? ¿Tiene sentido esto?


Por qué las especies cultivables no se defienden

Qué coincidencia que las especies que cultivamos sean las mismas incapaces de defenderse de depredadores y patógenos, ¿no?

Pues de coincidencia nada.

Unos cuantos años atrás, cuando el ser humano dejó de ser nómada y escogió la estabilidad de una casa y un horario de oficina, inició el proceso de domesticación de las especies vegetales que consumía.

Así pues, con el tiempo fue seleccionando las variedades más nutritivas y menos tóxicas.

Las plantas cultivables han dejado de ser silvestres, salvajes, y, por tanto, de disponer de mecanismos de defensa como los que comentaba antes.

Pero… ¡Buenas noticias! La biotecnología juega de nuestro lado: los cultivos pueden seguir siendo dóciles, tener alto valor nutritivo y baja toxicidad y, al mismo tiempo, defenderse de otros seres y sus efectos indeseables gracias a la ingeniería genética.

Mediante técnicas relativamente sencillas, determinadas plantas pueden adquirir genes de resistencia para utilizar mecanismos de defensa tan complejos y útiles como los del resto de plantas.

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